2.500 años de Renta Básica Universal

Se cumple en 2017 el 2.500 aniversario del primer proyecto de Renta Básica Universal del que se tenga noticia histórica cierta. En el año 483 ae, en las minas de Laurión de Atenas, se acababa de descubrir una veta de plata extraordinariamente rica. Una gran cantidad de plata se había acumulado en el tesoro de la ciudad. En Atenas, cuna de la democracia, se reunió la asamblea de ciudadanos para decidir qué se hacía con ese dinero. Alguien propuso que se utilizara en armamento, en construir barcos de guerra. Entonces el ciudadano Arístides Lisímaco propuso que lo que produjeran las minas se repartiera entre todos los ciudadanos a partes iguales, fuera cual fuese su riqueza. En palabras modernas, propuso una renta básica universal individual e incondicional.

A algún alcalde o alcaldesa progresista se le podría ocurrir, aprovechando la onomástica, hacer un homenaje al ciudadano Arístides Lisímaco y a la Renta Básica Universal. Un bonito monumento con columnas jónicas en un parque público, tal vez. Pero debería pensarlo dos veces. Quizá se esté equivocando de héroe.

El ciudadano Arístides era el más destacado representante de la aristocracia ateniense. Ocupaba el puesto de arconte y era el líder del partido conservador. Los ciudadanos entre los que proponía que se repartiera la plata no incluían a las mujeres, ni a los esclavos, ni a los libertos, ni siquiera a los metecos. Los metecos eran en realidad la mitad de la población de Atenas: trabajadores, artesanos y comerciantes de origen extranjero, aunque fueran originarios de las vecinas Tebas o Corinto, incluyendo nacidos en Atenas de varias generaciones. De hecho, los ciudadanos eran solo los miembros varones adultos de las viejas familias nobles de Atenas.

Su opositor, el que proponía la construcción de una armada de trirremes, era el ciudadano Temístocles, el líder del partido plebeyo enfrentado a la oligarquía, el defensor del pueblo, el populista. Tenía sus razones para proponer la armada: Jerjes I, el gran rey de Persia, estaba preparando una flota para invadir Grecia, como efectivamente hizo dos años después.

La asamblea de ciudadanos de Atenas rechazó la propuesta de Renta Básica Universal de Arístides, aprobó la de Temístocles y se construyeron las trirremes gracias a lo cual pudieron derrotar a los persas en la Batalla de Salamina (480 ae) y salvar la ciudad.

No es que Arístides fuera pacifista o partidario del desarme. En realidad era el jefe de los hoplitas, los soldados de noble familia que luchaban cubiertos por una pesada y carísima coraza protectora que habían pagado ellos mismos. Podríamos pensar que quizás Arístides era partidario de que cada ciudadano se gastara el dinero libremente en el mercado adquiriendo armas para su propia defensa, mientras que Temístocles era partidario de que fuera el Estado, la ciudad-Estado de Atenas, quien proveyera las necesidades de todos los atenienses, tuvieran o no la ciudadanía, organizando de forma planificada la defensa de la ciudad. En cierto sentido Temístocles era partidario de una renta básica aún más universal, entregada no en dinero sino en especie a todos los habitantes de Atenas, para satisfacer las necesidades comunes o más perentorias que, en ese momento, resultaban ser la defensa frente a los persas.

Tras la victoria sobre los persas, una vez acabada la guerra, la ciudad-Estado de Atenas siguió utilizando las rentas de las minas de Laurión para servicios y obras públicas. En esa época se construyeron los Propileos, el odeón de Pericles y se reconstruyó el teatro de Dionisio. También se utilizó la plata para el arreglo del puerto del Pireo, carreteras y calles, provisión de agua y servicios sociales diversos, incluyendo festivales, conciertos, obras de teatro y otros actos culturales. Las rentas de las minas de Laurión financiaron y dieron origen al Siglo de Pericles, el de mayor esplendor de Atenas.

La propuesta de Arístides Lisímaco quedó como una anécdota de los albores de la democracia occidental, pero el debate entre el mercado y el Estado, entre rentas básicas monetarias y rentas básicas en servicios del Estado continúa viva 2.500 años después.

 

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