Hace falta tener un kit de supervivencia con velas y cerillas para el caso de que se vaya la luz. Otro por si te cortan el agua, con un bidón lleno más o menos grande. Hace falta tener un botiquín de urgencias con vendas y pastillas para la diarrea, el estreñimiento o el dolor de cabeza. En la cocina se puede iniciar un incendio por lo que conviene tener un extintor a mano. Hay que prever que te encuentres en la calle y hayas perdido las llaves por lo que siempre debe haber un vecino, un amigo o un familiar de confianza que conserve un kit de tus llaves. Hasta aquí, de acuerdo.
Obsérvese que cada tipo de peligro requiere su propio kit de supervivencia con contenidos diferentes. Por ejemplo, el kit de supervivencia para las personas que viven en un territorio propenso a los terremotos o en peligro de tsunamis debe incluir una carpeta con la documentación más importante.
¿Realmente es necesario disponer en casa de una habitación del pánico? Ciertamente, una persona miedosa puede sentirse más tranquila si tiene previsto dónde se va a meter, una habitación con un pestillo, para el caso de que la asalten unos ladrones armados. ¿Pero es necesario que esa habitación tenga la puerta blindada y alimentos y bebidas para resistir una semana?
A mediados del siglo pasado, tras la explosión de dos bombas atómicas, hubo quien se hizo construir un bunker subterráneo en su jardín, con una despensa bien guarnecida y, por supuesto, camas con colchonetas y algún artilugio donde poder orinar y defecar. ¿Estaban locos o lo hacían solo para presumir de su riqueza?
En estos tiempos es necesario estar precavido ante otro peligro: que alguien quiera asustarte con la amenaza de una guerra para poder venderte sus políticas antisociales. Ante estos es necesario tener previsto un kit de respuestas adecuadas del tipo “¡vete a la mierda!”.
